Después del afamado
“Lo mejor que le puede pasar a un Cruasán”
nos llega este “En el nombre del cerdo” de Pablo Tusset. Yo soy de los
que ha saltado directamente a la segunda sin leer antes la primera, así pues
cogía éste libro sin prejuicios de ningún tipo y sin saber a que atenerme, y
una vez leído éste, entiendo que el primero debía ser tremendamente superior
porque “En el nombre del cerdo” es un libro bastante pobre que no se aguanta
por ningún sitio, vamos a él.
La trama se centra en un asesinato ocurrido
en el matadero de un pueblo de la España profunda y para resolver el caso la
policía decide infiltrar a un agente, que acaba resolviendo, o no, el caso,
según se mire, y no digo más porque si no os explico el final.
La primera mitad del libro es infumable,
os lo digo de corazón. Empezamos por una descripción totalmente innecesaria y que
no viene a cuento de cómo se produjo el asesinato de la mujer, con todo tipo de
detalles sangrientos prescindibles y que no aportan nada al resto de la obra.
Apuntado esto, damos paso al primer tostón, se trata del personaje del
comisario Pujol, hombre de corte clásico, que a las puertas de la jubilación
decide reinventarse y modernizarse, véase comprarse un Audi a 3, escuchar
música moderna, cambiarse el look, etc. Todo lo relacionado con este tema es de
un aburrimiento supremo, unos diálogos súper cutres y simples, unas
conversaciones con su mujer que parecen escritas por un principiante, una
relación con el gay de la tienda de discos patética, un sufrimiento para el
lector inimaginable y que encima aportan cero a la trama.
Dentro de esta primera mitad tenemos el
otro tostón supremo que es la presentación del agente encubierto “T” y su
romance con Suzanne. ¡Vaya cursilada gorda! Esto no se lo traga ni el más
romántico de los lectores, tedioso a rabiar y con unos diálogos que son de un
simplón que asusta.
Si tenemos que encontrar algún punto
positivo en toda la obra este sería el momento en que “T” que pasa a ser “P” se
infiltra en el pueblo, allí sí que hay un poco más de chicha con la
presentación de cada personaje, a cual más peculiar y viendo el ambiente que se
respira en un pueblo cerrado donde la mayoría de foráneos no son bienvenidos, y los que acaban allí es
porque son un unos desgraciados o para suicidarse, que no estará mal. Ahí
parece que la cosa se va arreglando, pero no os hagáis ilusiones, el autor se
encarga de tirarlo todo por la borda cuando lo tenía a huevo, con un final precipitado, que deja muchos puntos muertos y
donde se salta la posibilidad de haberle dado un poco de acción al asunto.
Si queréis os vendo la moto del simbolismo,
la obra está basada en el cuadro de El Bosco “El jardín de las delicias”, pintura
dividida en tres partes “El Paraíso”, que en el libro sería el romance de “T”
con Suzanne, “El Mundo Real”, que sería la vida del comisario, y “El Infierno”,
que sería el pueblo de mala muerte.
Lo más jodido del tema es que la base no
es mala, exceptuando el tema de la “metamorfosis” del comisario y el romance
excesivamente ñoño y largo de “T”, la historia podría tener su gracia, y el
desenlace, explicado en mayor profundidad, también. Pero al final lo que el
lector percibe es un churro mal escrito, sin cohesión, sin trama que enganche,
y un final que se mueve entre lo previsible y lo escueto, en definitiva, libro
no recomendable. Aunque como siempre, sobre gustos…
Roscales! Ya te dejaré otro libro del Tusset que te molará más.
ResponderEliminar¡Estás vivo, jaja!!! Nos vemos el sábado a liarla, saludos a la family.
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