Artista: Hamlet
Álbum: La puta y el diablo
Género: Groove/Thrash Metal
Nota: 8,5/10
Desde sus inicios los
madrileños Hamlet se han caracterizado por ser una banda capaz de generar amor
y odio a parte iguales. Siempre a la vanguardia de las tendencias más de moda
en el metal, jamás consiguieron el beneplácito del sector más conservador del
metal. Pero Hamlet es mucho más que un grupo “fashion” al uso, más de veinte
años en la brecha y diez álbumes a sus espaldas lo corroboran. Se me antoja
imposible que un grupo “superficial” sea capaz de presentar un currículum
musical como este.
Que un grupo quiera
estar a la última en las tendencias metálicas no implica que carezca de
personalidad propia, Hamlet ha conseguido con el paso de los años un sonido
propio y auténtico, que los hace fácilmente reconocibles a las primeras de
cambio. Sustentado en los potentes y pegadizos riffs de Luis Tárraga, la
camaleónica voz de J. Molly, y las dinámicas e imaginativas bases rítmicas de
Paco Sánchez.
Debido a este “modus
operandis” de estar siempre a la vanguardia metálica, Hamlet ha navegado por
varios estilos según la temporada, pudiendo encasillar su propuesta, hasta
cierto punto, dentro de los patrones del Groove y el Metalcore. Cierto es que
tuvieron un primer disco de corte Heavy llamado “Peligroso”, pero la banda
siempre ha renegado de él. La verdadera carrera
de Hamlet comienza en 1994 con “Sanatorio de Muñecos”, un trabajo que se movía
a medio camino entre Rage Against the Machine y Pantera, dos bandas que por
aquel entonces lo petaban. Groove machacón con letras algo rapeadas, disco
pionero en la península de la moda de “bermudas y Adidas” que comentábamos el
otro día en la reseña de Aspid.
Al cabo de dos años
apareció su entrega más brutal y visceral hasta la fecha, “Revolución 12.111”.
Orientados ahora hacia una vertiente más Thrash, el disco es una apisonadora de
una hora de duración, donde uno tras otro te van lloviendo los coscorrones sin
que te puedas reponer. Y como si de encontrar el punto medio se tratase, Hamlet
edita en 1998 “Insomnio”. Considerado por muchos el disco más completo de su
carrera, en el conjugaban a la perfección las vertientes Groove y Thrash
utilizadas en sus dos anteriores trabajos.
A partir de ahí
comienza la caída en picado, decepción para muchos (entre los que me incluyo) y
alegría para otros. Hamlet ralentiza velocidad, profundiza (aún más si cabe) en
las melodías vocales y suaviza distorsión. La banda va bajando peldaños hasta
tocar fondo con “Syberia” y “Pura Vida”, tan suavizados que por momentos rozan
el límite entre metal y pop.
Y cuando todo parecía
perdido, cuando faltaba solo la última palada para acabar de enterrarlos,
resurgen cual Ave Fénix y nos obsequian con este atronador “La Puta y el
Diablo” que es, junto al “Revolución 12.111”, el disco más agresivo de su
carrera. Caña burra de principio a fin, un sonido espectacular (se nota el
fichaje por Roadrunner), duro, seco, certero, sin rellenos, demoledor, y un
fallo garrafal que le hacen bajar al disco un cuerno del tirón, la filtrada voz
de Molly. ¿Se puede saber quién fue el lumbreras que decidió filtrar la voz de
uno de los mejores cantantes que ha dado el metal nacional? Innecesario
totalmente, al final uno se acostumbra, pero es un fallo imperdonable.
Asunto vocal a parte,
Hamlet firma su disco más “técnico” posible hasta la fecha dentro de sus
“limitadas” posibilidades. Y lo pongo todo entrecomillado porque Hamlet jamás
se ha distinguido por lo virtuoso de sus músicos. Potencia, garra, entrega, la
que quieras y más, pero en su dilatada carrera los solos de guitarra se pueden
contar con los dedos de una mano. Pero en este disco los madrileños se destapan
y nos muestran todo lo que son capaces de hacer si se ponen. Temas más
elaboradas y de mayor duración, como el primer corte “El Hábil Reino del
Desconcierto” (que es por ende de los mejores del disco), que se mueve
alrededor de los seis minutos de duración. O el temazo “No Habrá Final”, con un
fantástico primer interludio instrumental de cuatro minutos de duración, para
despachar solo un par de estrofas hacia el final del corte.
Tralla, tralla y
“requetetralla”, mucha manteca suelta Hamlet en este disco, como si tuvieran
que resarcirse de su época más “suavizada”. Una purga que logran con creces,
pues incluso en los cortes más machacones hay espacio para los momentos
parte-cervicales. En temas como “El Traje del Muerto”, “En el Nombre de Dios”
(un pepinazo brutal), o “Escupe tu Vanidad”, vuelven a aparecer los blast beat
de antaño. Riffs asesinos y la batería echando humo. ¿Queréis dos temas que
salgan un poco de dicha dinámica? Pues ahí van.
“Siete Historias
Diferentes” es uno de los mejores cortes del disco, en él destacan los
originales riffs entrecortados de Tárraga y los diversos cambios de voz de
Molly, con un estribillo maravilloso. Y como único tema “made in Insomnio” del
disco tenemos “Revolución”, calienta gemelos pues este es un tema saltarín
donde los haya. Un disco tan poderoso
tenía que acabar por narices con un tema hercúleo, “Sacrificio” es un temazo de
cabo a rabo de ocho minutazos y un final igual de progresivo que su inicio,
donde durante unos segundos nos recuerdan a los dioses Nevermore (y eso es
mucho decir).
Poco más, discazo en
toda regla para los seguidores de la vertiente más potentorra de los
madrileños, una vuelta a las raíces que esperemos sepan mantener (de hecho en
el Amnesia de 2011 siguen por una línea muy interesante). Un excelente trabajo tristemente empañado por el problema con
la voz de J. Molly.
Pues ahí lo lleváis el vídeo oficial de "Siete historias diferentes" y la genial "El hábil reino del desconcierto".