Banda: Dream Theater
Concierto: A Evening With Dream Theater.
Sala: Sant Jordi Club
Nota: 9/10
Un concierto de los
maestros Dream Theater siempre es esperado por su legión de seguidores con gran
ilusión y altas expectativas, pero en esta ocasión el evento contaba con un
plus añadido. Años después, Dream Theater volvían a desplegar todo su potencial
en un show de tres horas de duración, sin teloneros, hecho a su gusto y
semejanza. Así que, obviamente, el cien por cien de los melómanos que nos
reunimos el sábado por la noche en el Sant Jordi Club, éramos verdaderos fans
de los de New York. Pues no logro imaginar que personaje se gastaría cuarenta y
cinco euros, en un concierto que no le llame la atención. Un público
variopinto, como era de esperar. Desde el metalhead clásico (un servidor), con
melena suelta, pantalones elásticos y camiseta de Maiden, hasta “yougourines”
con acné en la cara acompañados por sus padres, pasando por los “gafa-pastas”
que tanto admira nuestro compañero Hawk. La propuesta de Dream Theater jamás se
ha limitado únicamente al público metalero, su depurada técnica y su exquisito
gusto por las melodías, hacen de su música un manjar apto para todo aquel que
sepa apreciar la buena música, de ahí su amplio abanico de público.
Hacia las ocho y
media, no sin antes hacer un buen rato de cola para acceder al recinto, y
después de torturarnos durante un cuarto de hora con una cutre paranoia cósmica
digna del mejor de los salvapantallas de Windows, arrancaba el show. El teatro
de los sueños ponía toda su maquinaria en acción, y que mejor manera de
comenzar que con un vídeo a forma de retrospectiva donde las portadas de todos
sus discos, desde el inicio de su carrera hasta la actualidad, se iban entrelazando
con la música de “False Awakening Suite” de fondo, sobre una gigantesca lona.
No es que sea algo demasiado original, pero sí efectivo. El público siempre
aprovecha para vitorear sus discos preferidos, y en este caso el que ganó por
goleada fue su masterpiece por excelencia “Scenes from a Memory”, su particular
“The Number of the Beast”.
Se cae el telón y
arranca el espectáculo con un escenario de fondo a modo de barrio callejero,
bastante colorido y efectista. Los cuatro jinetes del apocalipsis ya ocupan su
lugar en las posiciones habituales, Mangini y Rudess al fondo y Petrucci y
Myung delante. Suena el primer riff explosivo de “Enemy Inside” y LaBrie sale
en tromba despertando la ovación del respetable, que anduvo, porque no decirlo,
algo frío durante toda la velada. Cierto es que la música de Dream Theater no
es precisamente energética, pero noté a la peña algo más distante que en el
Progressive Nation de 2009. Sin descanso alguna cae “The Shattered Fortress”,
dos cortes potentes para arrancar y posterior saludo protocolario de LaBrie.
Seguimos con “On the
Backs of Angels”, tema que acaba resultando algo tedioso, para continuar con “The
Looking Glass”, divertido tema ochentero que es de lo mejor de su nuevo
trabajo. Pero todo esto solo era el calentamiento, banco de pruebas para
ecualizar bien el sonido y prepararlo todo para que el sorpresón que venía a
continuación sonara perfecto. Se oyen de fondo esas campanillas tan
características y ipso facto se me pone la carne de gallina, se oye un murmuro
entre el público y veo alguna que otra cara de sorpresa (ninguna tanto como la
mía). ¡Es “Trial of Tears", sí señor! Ahí la tenemos, a mi entender una de las mejores
piezas progresivas que jamás haya fabricado la banda, de una exquisitez superior,
un tema etéreo, mágico, de los que te transportan a otra dimensión, y yo me lo
iba a comer en directo, solo por esto ya valía la pena haber comprado la
entrada. Sin ser un tema demasiado rápido, la dificultad técnica en su
ejecución es enorme, sirva como muestra de ello lo concentrado que estaba el
maestro Petrucci, que normalmente toca la guitarra con la misma facilidad como
el que escribe una nota. Todos, absolutamente
todos los miembros se muestran impecables, y remarco lo de todos porque el
señor LaBrie (que alegría me da decir esto), lo clava. El muchas veces
cuestionado cantante Canadiense estuvo finísimo durante todo el show, y fue de
agradecer, porque con el resto de sorpresas que vinieron a posteriori, sus (en
ocasiones) irregulares agudos podrían haber estropeado la velada, y no fue así.
Sería la humedad relativa o el brebaje que llevaba en el botellín de
inoxidable, pero James cantó como nunca, llegando a las notas más altas sin
problemas, incluso en ciertos momentos se le vio sobrado, y este fue sin duda
uno de los puntos fuertes del show. Tan sutil andaba que incluso en la frase “It’s
raining, raining, on the streets of New York City”, se atrevió a substituir la
ciudad por Barcelona, un divertido detalle que hacía mención a los nubarrones
que tapaban la ciudad condal.
El problema después
de escuchar una maravilla como esta, es que cualquier cosa que venga detrás
puede quedar en una nimiedad. Se arriesgaron con “Enigma Machine”, corte
instrumental de su nuevo disco, y aunque el tema no le llegaba ni a la suela de
los zapatos a su predecesor, un divertido vídeo de fondo creado para la ocasión
hizo el tema mucho más llevadero. Hacia el final del corte Mangini nos obsequió
con un divertido solo, el hombre se lo curra y tiene su gracia, pero claro, el
papelón que le ha caído intentando substituir al alma mater Portnoy es muy
gordo. Cerramos el primer acto con la facilona “Along for the Ride” y “Breaking
all Illusions”, posiblemente el mejor tema de “A Dramatic Turn of Events”.
Fin de la primera
parte, dominada por temas de sus dos últimos discos a excepción de la
mencionada “Trail of Tears”, donde la banda quiso demostrar que vive en el
presente y que no necesita tirar únicamente de clásicos para ofrecer un buen
espectáculo, no como les pasa a otros dinosaurios, de cuyo nombre no quiero
acordarme, que siguen viviendo de sus éxitos de hace treinta años. Quince
minutos de descanso, con divertidas imágenes para entretener al personal entre
medio que demuestran el saludable sentido del humor de estos chicos, y otra vez
al lío. Había que ver entonces que nos tenían reservado para la segunda parte
del show por así llamarlo, y al parecer las sorpresas iban a ir in crescendo.
Coincidiendo con el veinte aniversario del inmortal “Awake”, los neoyorkinos
deciden regalarnos los cortes que comprenden desde el tema número siete del
plástico “The Mirror”, hasta el tema once “Space-Dye Vest”, todos de forma
correlativa. ¡Una gozada total! Escuchar la preciosa balada “Lifting Shadows of
a Dream” con LaBrie a ese nivel no tiene precio. El tío estuvo soberbio y eso
es mucho decir, pues pienso que el trabajo vocal que realizó en “Awake” es uno
de los más completos y difíciles de su carrera.
Y aquí es donde
comenzó la parte sombría del show, uno fallo en los samples de “Space-Day Vest”
sacaron a LaBrie de sus casillas, que fulminó al staff técnico con la mirada. Y
no acabaron ahí los problemas, Mangini comenzó a tener problemas con el
auricular del oído, y tuvo que acabar el tema a tientas. Para finalizar este
segundo acto acabaron con el extenso tema cierre de su nuevo trabajo “Illumination
Theory”, un corte que suena de maravilla en el disco, pero que en directo acabó
cansando un poco, no en vano son veintidós minutos de música. En el impás de
música orquestal que hay en la primera mitad del corte, la banda aprovechó para
abandonar el escenario mientras proyectaban un vídeo en la pantalla gigante. El
mosqueo de los músicos era notorio, sobretodo el de LaBrie, y al público
tampoco le gustó demasiado escuchar más de cuatro minutos de música programada.
Habíamos pagado para escuchar tres horas de una de las bandas más
perfeccionistas que jamás haya habido en directo, y este relleno sumado a los fallos técnicos comenzaban
a colmar la paciencia de más de uno.
Y que mejor manera de
solucionar estas dificultades en el camino, que agarrando el toro por los
cuernos e ir directo a la yugular. Si hacía veinte años del Awake, también
hacía quince del “Metropolis Pt 2: Scenes from a Memory”, y que mejor manera de
celebrarlo que tocando la excepcional “Overture (1928)" y su perfecta continuación
“Strange Deja Vu". La melodía llevada a otra dimensión, dos temas que forman
uno solo, con un grado de adicción que deberían estar prohibidos por ley. Pero
no iba a quedar ahí la cosa, en un concierto de Dream Theater jamás debe faltar
su tema de perfección técnica absoluta por antonomasia, la instrumental de
instrumentales, la imposible, la divina, la mágica “The Dance of Eternity”.
Todas las miradas puestas en Mangini, el trío maravillas ya ha demostrado en
mil ocasiones que es infalible, pero faltaba ver como respondía Mangini con la
presión del directo. Pues bien, digamos que la presión se la guardó en el
bolsillo izquierdo y se cascó una interpretación perfecta, no hay más que
hablar. Acabamos con “Finally Free”, tema perfecto para cerrar una velada casi
perfecta. Un show de alta alcurnia, donde se demostró que aunque estos
monstruos de músicos sean máquinas perfectas de tocar, un fallo técnico siempre
les puede jugar una mala pasada.
Reconozco que salí
del evento con un pelín de resquemor, no había sonado “New Millenium”, “Eretomania”,
“Pull my Under”, “As I Am”, “The Glass Prision” o “The Ytse Jam”, por mencionar
algunas, y claro en un show de tres horas yo me esperaba algo así. Pero luego
te pones a hacer números y te das cuenta de que el repertorio de Dream Theater
es tan y tan amplio, y cuenta con tantas y tantas buenas canciones, que para
escuchar un show que te dejase totalmente satisfecho, tendría que durar doce
horas. Tocaba pues jornada de reflexión al día siguiente y ahí te llegas a dar
cuenta de la grandeza de lo que has vivido, dudo mucho que en un espectáculo de
los neoyorkinos pueda volver a disfrutar de medio “Awake” y medio “Scenes from
a Memory”, yo obviamente habría substituido alguno de sus temas más recientes
por alguno de los clásicos citados más arriba, pero nunca llueve al gusto de
todos. Dream Theater viven en el presente y es lógico que quieran tocar en
directo sus creaciones más recientes, así que mi máximo respeto por su apuesta.
Un show excelente,
aunque no consiga la etiqueta de antológico como el gran “Live at Budokan”,
pero sea como fuere, la próxima vez que vuelvan por aquí, a poco que la
economía lo permita, los volveré a ver. Grandes, muy grandes, hoy, mañana y
siempre.
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