lunes, 20 de enero de 2014

CRONICA CONCIERTO DREAM THEATER, Barcelona (2014)

Banda: Dream Theater
Concierto: A Evening With Dream Theater.
Sala: Sant Jordi Club
Nota: 9/10



Un concierto de los maestros Dream Theater siempre es esperado por su legión de seguidores con gran ilusión y altas expectativas, pero en esta ocasión el evento contaba con un plus añadido. Años después, Dream Theater volvían a desplegar todo su potencial en un show de tres horas de duración, sin teloneros, hecho a su gusto y semejanza. Así que, obviamente, el cien por cien de los melómanos que nos reunimos el sábado por la noche en el Sant Jordi Club, éramos verdaderos fans de los de New York. Pues no logro imaginar que personaje se gastaría cuarenta y cinco euros, en un concierto que no le llame la atención. Un público variopinto, como era de esperar. Desde el metalhead clásico (un servidor), con melena suelta, pantalones elásticos y camiseta de Maiden, hasta “yougourines” con acné en la cara acompañados por sus padres, pasando por los “gafa-pastas” que tanto admira nuestro compañero Hawk. La propuesta de Dream Theater jamás se ha limitado únicamente al público metalero, su depurada técnica y su exquisito gusto por las melodías, hacen de su música un manjar apto para todo aquel que sepa apreciar la buena música, de ahí su amplio abanico de público.

Hacia las ocho y media, no sin antes hacer un buen rato de cola para acceder al recinto, y después de torturarnos durante un cuarto de hora con una cutre paranoia cósmica digna del mejor de los salvapantallas de Windows, arrancaba el show. El teatro de los sueños ponía toda su maquinaria en acción, y que mejor manera de comenzar que con un vídeo a forma de retrospectiva donde las portadas de todos sus discos, desde el inicio de su carrera hasta la actualidad, se iban entrelazando con la música de “False Awakening Suite” de fondo, sobre una gigantesca lona. No es que sea algo demasiado original, pero sí efectivo. El público siempre aprovecha para vitorear sus discos preferidos, y en este caso el que ganó por goleada fue su masterpiece por excelencia “Scenes from a Memory”, su particular “The Number of the Beast”.

Se cae el telón y arranca el espectáculo con un escenario de fondo a modo de barrio callejero, bastante colorido y efectista. Los cuatro jinetes del apocalipsis ya ocupan su lugar en las posiciones habituales, Mangini y Rudess al fondo y Petrucci y Myung delante. Suena el primer riff explosivo de “Enemy Inside” y LaBrie sale en tromba despertando la ovación del respetable, que anduvo, porque no decirlo, algo frío durante toda la velada. Cierto es que la música de Dream Theater no es precisamente energética, pero noté a la peña algo más distante que en el Progressive Nation de 2009. Sin descanso alguna cae “The Shattered Fortress”, dos cortes potentes para arrancar y posterior saludo protocolario de LaBrie.

Seguimos con “On the Backs of Angels”, tema que acaba resultando algo tedioso, para continuar con “The Looking Glass”, divertido tema ochentero que es de lo mejor de su nuevo trabajo. Pero todo esto solo era el calentamiento, banco de pruebas para ecualizar bien el sonido y prepararlo todo para que el sorpresón que venía a continuación sonara perfecto. Se oyen de fondo esas campanillas tan características y ipso facto se me pone la carne de gallina, se oye un murmuro entre el público y veo alguna que otra cara de sorpresa (ninguna tanto como la mía). ¡Es “Trial of Tears", sí señor! Ahí la tenemos, a mi entender una de las mejores piezas progresivas que jamás haya fabricado la banda, de una exquisitez superior, un tema etéreo, mágico, de los que te transportan a otra dimensión, y yo me lo iba a comer en directo, solo por esto ya valía la pena haber comprado la entrada. Sin ser un tema demasiado rápido, la dificultad técnica en su ejecución es enorme, sirva como muestra de ello lo concentrado que estaba el maestro Petrucci, que normalmente toca la guitarra con la misma facilidad como el que escribe una nota.  Todos, absolutamente todos los miembros se muestran impecables, y remarco lo de todos porque el señor LaBrie (que alegría me da decir esto), lo clava. El muchas veces cuestionado cantante Canadiense estuvo finísimo durante todo el show, y fue de agradecer, porque con el resto de sorpresas que vinieron a posteriori, sus (en ocasiones) irregulares agudos podrían haber estropeado la velada, y no fue así. Sería la humedad relativa o el brebaje que llevaba en el botellín de inoxidable, pero James cantó como nunca, llegando a las notas más altas sin problemas, incluso en ciertos momentos se le vio sobrado, y este fue sin duda uno de los puntos fuertes del show. Tan sutil andaba que incluso en la frase “It’s raining, raining, on the streets of New York City”, se atrevió a substituir la ciudad por Barcelona, un divertido detalle que hacía mención a los nubarrones que tapaban la ciudad condal.

El problema después de escuchar una maravilla como esta, es que cualquier cosa que venga detrás puede quedar en una nimiedad. Se arriesgaron con “Enigma Machine”, corte instrumental de su nuevo disco, y aunque el tema no le llegaba ni a la suela de los zapatos a su predecesor, un divertido vídeo de fondo creado para la ocasión hizo el tema mucho más llevadero. Hacia el final del corte Mangini nos obsequió con un divertido solo, el hombre se lo curra y tiene su gracia, pero claro, el papelón que le ha caído intentando substituir al alma mater Portnoy es muy gordo. Cerramos el primer acto con la facilona “Along for the Ride” y “Breaking all Illusions”, posiblemente el mejor tema de “A Dramatic Turn of Events”.

Fin de la primera parte, dominada por temas de sus dos últimos discos a excepción de la mencionada “Trail of Tears”, donde la banda quiso demostrar que vive en el presente y que no necesita tirar únicamente de clásicos para ofrecer un buen espectáculo, no como les pasa a otros dinosaurios, de cuyo nombre no quiero acordarme, que siguen viviendo de sus éxitos de hace treinta años. Quince minutos de descanso, con divertidas imágenes para entretener al personal entre medio que demuestran el saludable sentido del humor de estos chicos, y otra vez al lío. Había que ver entonces que nos tenían reservado para la segunda parte del show por así llamarlo, y al parecer las sorpresas iban a ir in crescendo. Coincidiendo con el veinte aniversario del inmortal “Awake”, los neoyorkinos deciden regalarnos los cortes que comprenden desde el tema número siete del plástico “The Mirror”, hasta el tema once “Space-Dye Vest”, todos de forma correlativa. ¡Una gozada total! Escuchar la preciosa balada “Lifting Shadows of a Dream” con LaBrie a ese nivel no tiene precio. El tío estuvo soberbio y eso es mucho decir, pues pienso que el trabajo vocal que realizó en “Awake” es uno de los más completos y difíciles de su carrera.

Y aquí es donde comenzó la parte sombría del show, uno fallo en los samples de “Space-Day Vest” sacaron a LaBrie de sus casillas, que fulminó al staff técnico con la mirada. Y no acabaron ahí los problemas, Mangini comenzó a tener problemas con el auricular del oído, y tuvo que acabar el tema a tientas. Para finalizar este segundo acto acabaron con el extenso tema cierre de su nuevo trabajo “Illumination Theory”, un corte que suena de maravilla en el disco, pero que en directo acabó cansando un poco, no en vano son veintidós minutos de música. En el impás de música orquestal que hay en la primera mitad del corte, la banda aprovechó para abandonar el escenario mientras proyectaban un vídeo en la pantalla gigante. El mosqueo de los músicos era notorio, sobretodo el de LaBrie, y al público tampoco le gustó demasiado escuchar más de cuatro minutos de música programada. Habíamos pagado para escuchar tres horas de una de las bandas más perfeccionistas que jamás haya habido en directo,  y este relleno sumado a los fallos técnicos comenzaban a colmar la paciencia de más de uno.

Y que mejor manera de solucionar estas dificultades en el camino, que agarrando el toro por los cuernos e ir directo a la yugular. Si hacía veinte años del Awake, también hacía quince del “Metropolis Pt 2: Scenes from a Memory”, y que mejor manera de celebrarlo que tocando la excepcional “Overture (1928)" y su perfecta continuación “Strange Deja Vu". La melodía llevada a otra dimensión, dos temas que forman uno solo, con un grado de adicción que deberían estar prohibidos por ley. Pero no iba a quedar ahí la cosa, en un concierto de Dream Theater jamás debe faltar su tema de perfección técnica absoluta por antonomasia, la instrumental de instrumentales, la imposible, la divina, la mágica “The Dance of Eternity”. Todas las miradas puestas en Mangini, el trío maravillas ya ha demostrado en mil ocasiones que es infalible, pero faltaba ver como respondía Mangini con la presión del directo. Pues bien, digamos que la presión se la guardó en el bolsillo izquierdo y se cascó una interpretación perfecta, no hay más que hablar. Acabamos con “Finally Free”, tema perfecto para cerrar una velada casi perfecta. Un show de alta alcurnia, donde se demostró que aunque estos monstruos de músicos sean máquinas perfectas de tocar, un fallo técnico siempre les puede jugar una mala pasada.

Reconozco que salí del evento con un pelín de resquemor, no había sonado “New Millenium”, “Eretomania”, “Pull my Under”, “As I Am”, “The Glass Prision” o “The Ytse Jam”, por mencionar algunas, y claro en un show de tres horas yo me esperaba algo así. Pero luego te pones a hacer números y te das cuenta de que el repertorio de Dream Theater es tan y tan amplio, y cuenta con tantas y tantas buenas canciones, que para escuchar un show que te dejase totalmente satisfecho, tendría que durar doce horas. Tocaba pues jornada de reflexión al día siguiente y ahí te llegas a dar cuenta de la grandeza de lo que has vivido, dudo mucho que en un espectáculo de los neoyorkinos pueda volver a disfrutar de medio “Awake” y medio “Scenes from a Memory”, yo obviamente habría substituido alguno de sus temas más recientes por alguno de los clásicos citados más arriba, pero nunca llueve al gusto de todos. Dream Theater viven en el presente y es lógico que quieran tocar en directo sus creaciones más recientes, así que mi máximo respeto por su apuesta.


Un show excelente, aunque no consiga la etiqueta de antológico como el gran “Live at Budokan”, pero sea como fuere, la próxima vez que vuelvan por aquí, a poco que la economía lo permita, los volveré a ver. Grandes, muy grandes, hoy, mañana y siempre. 

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